El huerto y yo

Cuando mi padre me llevó a una zona del lateral de la casa de unos 6m² y me dijo: "esta va a ser tu huerta", yo no tendría más de 6 años. Pero lo recuerdo como si fuera ayer. Ya había pasado de ser un simple ayudante a tener mi propia huerta.

Recuerdo que lo que menos me gustaba era quitar las hierbas, pero eso todavía me sucede. Plantaba y regaba imitando el huerto gigante de mi padre.

Luego, en la adolescencia, dejó el huerto de lado; los estudios y otros pasatiempos me llevaron a un segundo plano. Volví a ser ayudante. Cuando mi padre falleció en 1996, dejó una maceta con plantones de tomates listos para trasplantar, y fue entonces cuando lo retomé.

Al contrario de lo que pueda parecer, en un huerto nunca se deja de aprender. En cada nueva cosecha, adquiere nuevos conocimientos o descubres métodos y cosas que no sabías. No me gusta decir que practico una agricultura ecológica, que ahora está tan de moda. Al fin y al cabo, practico el mismo tipo de huerta que practicaba mi padre, quien a su vez aprendió de mi abuelo.

Es cierto que mi huerta ha evolucionado y casi han desaparecido los productos químicos. Aún recuerdo los años 90, cuando tenía un estante lleno de pesticidas, y la aplicación era sistemática y preventiva, hiciese falta o no. Compraba azufre suelto por kilos y herbicida en garrafas. Y en la primera década de los años 2000, dejé de usar estiércol y comencé a abonar con las bolas azules y el amoníaco.

También recuerdo cuando empecé con el riego por goteo, y mucha gente me decía que eso no funcionaría. Ahora las acequias ya no llevan agua y el riego a manta ya no se utiliza. El consumo de agua se ha reducido en un 70%, y el acolchado contribuye a mantener a raya las hierbas y ahorrar agua.

Ahora que tener un huerto es algo normal, me alegra tanto, y recuerdo cuando me daba vergüenza decir que tenía un huerto o cómo los de los viveros intentaban engañarme pensando que no sabía.

Durante este aprendizaje, descubrió que ya no quiero tener el mejor huerto del mundo, ni quiero que mis tomateras sean las más grandes y bonitas. Quiero a mi peral, con su aspecto descuidado y algo enfermo, pero que después de 30 años sigue dando las peras más deliciosas que él probó.

Deseo sentarme sin prisas a pelar habas y observar cómo las gallinas escarban en la tierra. Me molesta cuando los caracoles se han comido los brotes nuevos, pero sobre todo, disfruto de estar en el huerto.

5 comentarios:

  1. ¡Qué buena semilla puso tu padre!

    ResponderEliminar
  2. Me he emocionado leyéndote. Qué bonita visión de tu huerto. He disfrutado mucho paseandome por tus palabras que tocan el corazón y enternecen como una caricia.
    Bonitos tus recuerdos de tu padre. Yo los tengo también. Un agricultor que amable su tierra. Que la mimaba y para la que todo cuidado se le hacía poco.
    Muchas gracias por compartir con nosotros tus emociones. Un beso...Por cierto, eres Ki Si?

    ResponderEliminar
  3. Todo lo que he visto de tu blog me encanta! me siento muy identificada con tu forma de pensar y de contarlo. Un saludo desde Galicia.

    ResponderEliminar
  4. Qué preciosidad de relato, KiSi. Me encantaría conseguir trasmitir a mis hijos ese amor por el huerto y el jardín. Un abrazo!

    ResponderEliminar
  5. Ciertamente es muy bonita tu experiencia...y los que nacemos de padres agricultores la tierra nos llena eso es verdad. Por mi parte mientras vivia mi padre todo estaba perfecto...una enfermedad se me lo llevo muy pronto y yo vivia muy lejos. Me han quedado muchas cosas por aprender y es por esto que me resisto.ahora que vivo en el campo se me puedan perder todo lo que el en su vida construyo. No soy persona de muchos recursos ni tampoco necesito comer.caviar a diario. ( no me gusta ) .
    Tampoco tengo muchos arboles pero,los que hay deseo vivan bien...y da tanto.gusto recoger lo sembrado.
    No hay color desde luego.

    ResponderEliminar